Pintada lleva su mirada del color del olivo
armada con una espada en la sonrisa
que atraviesa mi vergüenza cuando la miro
y que me deja helado
cuando la oigo,
cuando la respiro.
Lucharé para hacerme fuerte
en las trincheras de su ombligo,
cerca de sus muslos
donde comienzan los gritos,
para quemarme a fuego lento
cuando pille sitio, en su secreto, en su camino
Y luego desvestirla a besos
como a una yegua sin frenos
cabalgar por encima de sus quejios
con mil abrazos entre los brazos
me siento arrastrado entre sus trapos.
En fin, es lo que soy.